La ciudad de las nutrias

En lo más escondido del río, bajo la copa de un gigantesco membrillero, se abrían los túneles de las nutrias. Ellas los habían excavado entre las raíces del árbol, en un terraplén arcilloso de la orilla que les servía de tobogán para deslizarse hasta el agua. A ese recodo solo se podía acceder vadeando, conSigue leyendo «La ciudad de las nutrias»

Las abejas solitarias

No es para ellas la multitud bulliciosa de la colmena, ni privarse de criar a su propia prole para delegar la reproducción en una reina madre que les haga una hermana tras otra. No, las abejas solitarias llevan sus asuntos de manera mucho más individualista. Las une su dieta de polen y néctar; las separanSigue leyendo «Las abejas solitarias»

La Grajera

Desde lo más alto de un risco, un pájaro recorta su silueta contra el azul. Su plumaje es mucho más azul que el cielo, pero oscuro, de un añil que con la distancia parece casi negro. En español lo llaman »roquero solitario», por su afición a las risqueras y a mostrarse en soledad. Desde suSigue leyendo «La Grajera»

Historia de un cardo

Érase una vez un cardo borriquero. No un cardo mayor que algunos jugadores de baloncesto, como las tobas Onopordum, ni endeble y herbáceo al estilo de Atractylis cancellata, con su jaula de espinas protegiendo las flores a menos de un palmo del suelo. No, este cardo era un auténtico Cirsium vulgare, y eso significa grandesSigue leyendo «Historia de un cardo»

Los saltamontes

La primavera mediterránea es para los saltamontes verdes, que brincan por la hierba donde su color los camufla pese a los frecuentes ribetes encarnados con que nos sorprenden al verlos de cerca. El verano pertenece a los de tintes ocres, pajizos o abigarrados de pardo terroso, algunos con alas coloreadas, como las langostas italianas conSigue leyendo «Los saltamontes»

Lo extraordinario

Cae la tarde de un día de verano en el monte de Moraleja. Mientras mi padre se queda en la casa leyendo, voy a dar una vuelta. Avanzo despacio por los tomillares resecos, por los romerales, entre espartos y encinas bajas. El aire huele a tierra seca y a plantas aromáticas. En el cielo pálidoSigue leyendo «Lo extraordinario»

El gran capricornio

Solo quedaba un rato de sol antes de que el ocaso pusiera fin a otro día de verano en la ladera de maquis. No habían sido especialmente interesantes mis vagabundeos de esa tarde por aquella vegetación tupida de encinas, coscojas, lentiscos y otros matorrales. Oscurecía ya cuando cruzó delante de mí un escarabajo muy grande,Sigue leyendo «El gran capricornio»

Las hormigas esclavistas

En verano, junto al pueblo manchego de Pozuelo de Calatrava, se ve una hondonada amplia que reluce a lo lejos. Es una laguna de esas que en La Mancha suelen secarse con el calor, mostrando entonces su fondo cubierto de una costra blanquísima de cristales de sal. Si curioseamos por los secarrales que la rodean,Sigue leyendo «Las hormigas esclavistas»

Un cafre

El sol ya asomaba tras el encinar, rozando con sus rayos las cumbres de los riscos rojizos que coronan aquella garganta. La hoz del río Valdehornos, en los Montes de Toledo, se me presentó como un valle estrecho y abrupto donde el río, ahora convertido en embalse, se encajaba entre dos laderas que parecían demasiadoSigue leyendo «Un cafre»