Lo extraordinario

La hormiga león Myrmecaelurus trigrammus. Campo de Montiel.

Cae la tarde de un día de verano en el monte de Moraleja. Mientras mi padre se queda en la casa leyendo, voy a dar una vuelta. Avanzo despacio por los tomillares resecos, por los romerales, entre espartos y encinas bajas. El aire huele a tierra seca y a plantas aromáticas. En el cielo pálido de polvo del desierto vuela una tórtola de varios colores, y luego una paloma torcaz se tira desde lo alto describiendo una U muy abierta. A mi paso se callan las cigarras, brincan los saltamontes en el pasto seco y alzan el vuelo las hormigas león. Observo a una quieta en la hierba muerta, la veo marcharse revoloteando como una lentísima libélula. Una libélula verdadera, una Sympetrum roja, me vigila desde la aliaga donde se ha posado, tras llegar a este secarral en su migración desde las aguas donde nació. Con los prismáticos contemplo el regreso de las gangas ibéricas, reclamando tan altas que apenas se distinguen. Miro cazar insectos a una curruca rabilarga dentro de una copa de encina. A la sombra de sus hojas, una lagartija colilarga está capturando hormigas. El sol casi toca el horizonte; regreso a la casa. Durante más de una hora, solo ha existido lo que tenía delante de mí.

Muchos piensan que vivimos para cosechar el recuerdo de experiencias extraordinarias o la consecución de los deseos que llamamos sueños. Empeñados en ello, tendemos a enredarnos en una madeja de planes, cuentas de futuro y metas que alcanzar. Nos construimos un laberinto mental donde habitar; metidos en él, nuestra cabeza está casi siempre ocupada en lo que no tenemos delante. Y así nos alejamos de lo máximo a lo que en el fondo podemos aspirar: vivir en el momento presente. No es fácil regresar a ese punto de partida, a una existencia hecha de instantes que están más allá del reloj y del calendario, de cualquier expectativa y de las palabras con las que filtramos la realidad. Pero sé que esa verdadera libertad, la de vivir en el aquí y ahora, puede enseñárnosla con paciencia infinita, año tras año, un monte pequeño perdido en el Campo de Montiel.