El vado

El sol acababa de levantarse y todavía perduraba el frescor del amanecer en la alameda, en el espeso caos de troncos, ramas caídas, zarzas y hojarasca crujiente, el viejo bosque de ribera que la familia de ginetas tenía por hogar. Adentrándome sigiloso en aquel mundo de sombras, recogí rápidamente el equipo fotográfico que la tardeSigue leyendo «El vado»