
Las formas nos engañan, ¿qué hay debajo de ellas? Es una pregunta complicada, sobre la que quizá los minerales puedan enseñarnos algo.
Para algunos los minerales son una de las creaciones más hermosas de la naturaleza, una geometría de cristales multicolores demasiado perfecta para la imperfección a la que nos tiene acostumbrados este mundo. Para otros, los minerales son solo una manera de enriquecerse, aunque el precio de extraerlos sea a menudo dejar horribles cicatrices en el paisaje y contaminar las aguas y el aire con los residuos de la minería. Nosotros buscaremos en los minerales algo distinto: una ocasión de aprender.
¿De dónde proceden? Unos minerales nacen de las profundidades de La Tierra, de los abismos donde fluye la roca derretida. Muchos cristalizan al enfriarse el magma, y así son a la lava lo que el hielo al agua. Es el caso de los minerales que componen el granito, esa roca cuyos granos grisáceos son de cuarzo, los blancos o rosados de feldespato, y los negros de mica o anfíbol. Otros minerales cristalizan a partir de las aguas termales que hay bajo tierra, en las grietas por donde esas aguas ascienden desde lo profundo de la corteza terrestre, arrastrando con ellas sustancias magmáticas. De esta manera se forman los filones, grietas rellenas de minerales que pueden ser muy variados y que forman como un mosaico caleidoscópico de cristales. Los filones resultan frecuentes en Sierra Morena y los Montes de Toledo, en multitud de antiguas minas o minillas que antaño dieron tanto trabajo como sufrimiento a sus mineros. En estos filones hidrotermales hallamos casi siempre a la galena, ese mineral gris metálico que se rompe en cubos; de ella se extraía plomo e incluso cantidades importantes de plata, pues la galena de nuestra región es argentífera. Acompañan a la galena en los filones una vistosa colección de minerales: pirita y calcopirita, hematites y goethita, esfalerita, cerusita, calcita… y por supuesto el cuarzo, el mineral más común de la corteza terrestre. En Almadén los filones se tiñen de bermellón por el cinabrio, el mineral que dio renombre mundial a esa mina; de ella salió aproximadamente un tercio de todo el mercurio usado por la humanidad. En Almuradiel hay en los filones minerales peculiares, como la antimonita o la arsenopirita, que contiene el venenoso arsénico.
Las aguas subterráneas de las que nacen los filones pueden eventualmente salir al exterior, y en su salida impregnarán la roca de otros minerales. Así ha pasado en el Campo de Calatrava, donde existen manantiales de origen volcánico, llamados hervideros, de los que manan aguas templadas, burbujeantes de gas carbónico y cargadas de hierro y manganeso. Junto a los hervideros suele haber capas rojizas y negruzcas llenas de minerales. En ellas daremos sobre todo con el hematites y la psilomelana, que son óxidos de hierro y de manganeso respectivamente, acompañados de otros minerales como la siderita y la espectacular rodocrosita, con sus cristales acarminados.
Al emerger las aguas de los hervideros, los minerales que arrastran entran en el reino del sol. Es la cuna de otros cristales, los que surgen al oxidarse las rocas con el oxígeno del aire, al reaccionar con la humedad o al evaporarse el agua bajo el calor solar. Uno de estos minerales hijos del aire y del sol es el yeso, abundante allá donde se acumula agua de lluvia llevando sales disueltas, sales que luego cristalizarán al secarse el suelo y formarán yeso. Si esto sucede año tras año, al final tendremos una yesera, uno de esos parajes frecuentes en La Mancha donde el suelo blanco reluce a veces con el brillo de grandes cristales planos de yeso, casi transparentes. Se decía que estos cristales crecían y menguaban siguiendo las fases de la luna, y de ahí que a esta clase de yeso también se le llame selenita, por Selene, la diosa lunar de la Grecia antigua.
Todo cristal de yeso está hecho de lo mismo: sulfato, calcio y agua, siempre en la misma proporción. Toda la galena que existe se compone de los mismos ingredientes: azufre y plomo, siempre en idéntica proporción. Cada cristal de cada mineral es único y distinto, pero todos los ejemplares de un mineral tienen la misma receta de componentes. Un cristal de yeso empieza a destruirse desde el momento en que se forma, pero en cierto modo este mineral es eterno, porque se origina hoy con la misma composición y la misma estructura que hace miles de millones de años, así en La Tierra como en cualquier otro planeta que reúna las condiciones adecuadas. Esto no pasa con la vida: los seres vivos son hoy muy diferentes a los que había en el pasado remoto, porque la vida evoluciona, cambia sin cesar. Y sin embargo también sigue siendo la misma, sus ingredientes fundamentales no han cambiado: proteínas, azúcares, ADN…
En la antigua Grecia afirmó Heráclito de Éfeso que todo cambia, y por el contrario Parménides de Elea dijo que nada cambia realmente. Es difícil que dos ideas tan opuestas sean a la vez verdad, pero hay algo de cierto en ambas. La clave está en los átomos, las piezas diminutas que componen la materia. Fue Demócrito de Abdera uno de los primeros en plantear que los átomos existen, que solo hay átomos y vacío, y que los distintos tipos de átomos se unen y se separan para formarlo todo. Hoy, más de dos mil años después, sabemos por ejemplo que los átomos de azufre y de plomo están hechos de tal modo que se unen originando cubos, dando lugar al material que llamamos galena. Con el tiempo esos átomos se separarán, pero quizá más tarde vuelvan a formar parte de otro cristal de galena. Incluso conocemos las normas que rigen estas uniones y desuniones, las reglas de la física cuántica que determinan las afinidades y geometrías de los átomos. Sabemos que muchos átomos nacieron en el corazón de antiguas estrellas hoy desaparecidas, y algunos de los más pequeños, como el hidrógeno, surgieron de la gran explosión con la cual empezó el universo, el big bang. Pero ignoramos por qué todo esto tuvo que ser así y no de otra manera, qué insufla realidad a las leyes de la naturaleza, y por tanto, en última instancia, ignoramos por qué los minerales son como son. En eso nosotros mismos poco nos diferenciamos de un cubo de galena. Porque para comprender del todo qué somos, o qué es un cristal, haría falta entender el universo.
Referencias:
– Listado de yacimientos minerales de la provincia de Ciudad Real, con su tipo y sus especies minerales: Mata-Perelló, J.M. y Sanz Balagué, J. 2013. Topomineralogía de la provincia de Ciudad Real (partes 1, 2 y 3). Cantíl – Revista de geología digital, nº12-14.
– Ilustraciones de James Sowerby de dominio público, publicadas en British Mineralogy (1802-17).