Alimañas

Lince ibérico, Sierra de Andújar.

La vaguada descendía suavemente entre esos montes forrados de tomillares y retamas. El manto de hierba agostada estaba moteado por alguna carrasca ocasional o por lo que fueron molinos de agua, más escasos, derruidos por el tiempo casi hasta los cimientos. Al fondo del valle, ante una fila de espinos negros, restos de conejos devorados se veían esparcidos por el suelo de trecho en trecho. Cerca de uno de esos guiñapos de piel y pies peludos relucía el blanco de un cráneo de zorro. Remontando la rambla, había unos excrementos largos y gruesos acumulados en el hueco de un pretil rocoso. Más allá, una oquedad resguardada bajo un parapeto de pizarras dejaba entrever el cráneo completo y blanquísimo de un meloncillo, con caninos y muelas carniceras que hacían pensar en dagas y cizallas. Nunca he visto tantas señales de la presencia del lince ibérico en el mismo paraje.

Nuestro gran gato rabón, moteado como aquellas alcarrias, forma parte de ese conjunto de animales que todavía demasiada gente sigue llamando “alimañas”, carnívoros en general, con fama de nocivos para la caza menor o el ganado y perseguidos por la España no tan profunda desde hace a saber cuántos siglos. No fue, sin embargo, hasta el S. XX cuando el auge de las escopetas, de los cepos y lazos diezmaron a Lynx pardinus abocándolo a una extinción inminente si no se actuaba con urgencia, como se ha hecho. Hay más motivos tras ese declive, como los atropellos en carretera, las epidemias sufridas a finales de siglo por su presa fundamental, el conejo, o la destrucción de los matorrales mediterráneos adecuados para el lince. Pero no deja de ser cierto que los disparos y el trampeo acabaron con las vidas de aproximadamente cuatro de cada cinco linces muertos por causas no naturales durante la década de 1980, según los datos disponibles para más de un millar de ejemplares. Esto nos da una idea del acoso que sufrió el que muchos tienen por el animal más hermoso de Europa. Hoy el programa de cría en cautividad insufla cada año un poco de aire al balón pinchado que es el lince ibérico, permitiendo que su población aumente poco a poco a pesar de que siga perdiendo presión por los agujeros que aún no se consiguen tapar, entre ellos el de un furtivismo que ha repuntado al mejorar la situación de la especie. No se extrañará mucho de este repunte quien conozca bien la mentalidad reaccionaria y antiecológica que intoxica tan a menudo el mundo de la caza.

Irónicamente, los que mataban a este tesoro de la fauna española, la única fiera exclusiva de la península Ibérica, seguramente no lograron por ello su propósito de conseguir más caza menor, sino todo lo contrario. He aquí uno de esos casos donde la ignorancia sobre el funcionamiento de la naturaleza conduce a lo opuesto de lo que se buscaba. El lince ibérico necesita comerse un conejo al día, más o menos, pero elimina de su territorio a otros carnívoros que sumados capturarían en total más conejos por jornada y más perdices, aparte de que puedan saquear los nidos de esta presa ocasional del gato clavo. Se sabe que en el terreno donde haya un lince apenas habrá zorros, ni prosperarán los meloncillos; lo sugerían mis observaciones de campo en aquel rincón de Sierra Morena y lo confirman datos científicos profusos y concluyentes. Por ejemplo, tras la reintroducción del lince en el valle del río Matachel, se comprobó que la abundancia de zorros y meloncillos se redujo casi en un ochenta por ciento, mientras que los conejos y perdices aumentaron sensiblemente. Sus predadores dejaron de cazarlos tan a menudo: en números redondos, se estima que las bajas por predación disminuyeron a la mitad respecto a las que había antes. Resumiendo, fue llegar el lince y mejorar las poblaciones de conejo y perdiz. El lince, al despejar de competidores su parcela vital, se facilita el abastecimiento de presas con bastante eficacia. Los esquimales decían que el mejor amigo del reno era el lobo, refiriéndose a que este abrevia la penosa existencia de los astados muy viejos, enfermos o accidentados; de nuestro lince, por motivos distintos, se podría decir que es el mejor amigo del conejo.

Referencias:
– Muchas referencias sobre la dieta del lince, sus amenazas y su influencia en otros carnívoros y en el conejo: Rodríguez, A. 2017. Lince ibérico – Lynx pardinus. En: Enciclopedia virtual de los vertebrados españoles. Salvador, A. y Barja, I. (eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid.
– Un estudio reciente demostrando el efecto beneficioso del lince sobre la caza menor: Jiménez, J. y varios autores. 2019. Restoring apex predators can reduce mesopredator abundances. Biological Conservation 238, 108234.