El águila imperial

Águila imperial ibérica (Aquila adalberti), acuarela de Archibald Thorburn publicada en Ornithology of the Straits of Gibraltar, 1895.

No sabría decir cuándo fue la primera vez que vi una. La recuerdo sobrevolando la Sierra de Andújar, planeando muy alta con el pantano del Jándula como fondo y lanzando a la atmósfera esa especie de ladrido que la delata. Me recuerdo oyéndolo en las riberas del Guadiana, asombrado por descubrirla en unas tierras de paisaje casi desértico. Al verla rememoro a veces las palabras de Félix Rodríguez de la Fuente: “el águila imperial, de hombros blancos, de faz soberbia, la reina de una estirpe que se agota”.

Esos hombros también son blancos en el águila imperial de Asia (Aquila heliaca); como ella, nuestra imperial ibérica (Aquila adalberti) es un ave de presa enorme, muy oscura cuando se hace adulta. Ambas imperiales se parecen tanto que solo mediante estudios genéticos se confirmó que la ibérica puede considerarse como una especie separada. Como su hermana oriental, la ibérica es una rapaz de campos abiertos salpicados de árboles; se encuentra a sus anchas en las dehesas, las inmensas llanuras tachonadas de encinas, de alcornoques majestuosos, que cubren vastas extensiones del corazón de Iberia. Allí, en las rañas de los Montes de Toledo o los valles de Extremadura y Sierra Morena, el águila imperial observa desde su atalaya en la copa de una vieja encina, o planea perdida en el firmamento escrutando los claros del monte. Sus ojos están dotados de dos puntos de máxima agudeza visual, de dos fóveas, como los de todas las rapaces, en vez de una sola como los nuestros. Con ellos la imperial quizá vea el mundo con el mismo detalle que nosotros con los prismáticos a través de los que la vemos a ella. Gracias a la vista, la más española de las águilas detecta a sus víctimas y entonces emprende la caza.

Hay testimonios creíbles de águilas imperiales abatiéndose sobre presas mayores que ellas mismas, atacando avutardas, a las cuales no lograron dar muerte. Difícilmente sus garras hubiesen podido acabar con un ave que puede alcanzar los quince kilos, pero esas armas aceradas estrujan y apuñalan con eficacia letal a su pieza favorita, el conejo. Junto con el lince, el águila imperial es el único depredador ibérico especializado en cazar conejos, antaño tan abundantes y hoy diezmados por las epidemias. El conejo, descalabrado poblacionalmente por la mixomatosis a mediados del S. XX, sufrió a finales de este la gripe hemorrágica vírica, otra enfermedad traída a su territorio por obra del hombre. Al ocaso de esta comida preferida se añadieron otros varios problemas que asediaron al águila imperial ibérica durante ese siglo hasta situarla al borde de la extinción hacia los años 1970. Por entonces se estimó que quedaban apenas unas cincuenta parejas. Estaba cerca la vergüenza de que un país dejara extinguirse a uno de los animales más magníficos de Europa.

Electrocución115
Envenenamiento74
Disparos16
Trampeo y lazos7
Otras causas no naturales9
Causas naturales20
Causa desconocida26
Causas de mortalidad de 267 águilas imperiales ibéricas halladas muertas entre 1989 y 2004, en pleno periodo de recuperación de la especie. Fuente de los datos: González et al. 2007 (ver referencias).

Muchas fueron las amenazas que hubo que afrontar para rescatarla. Sobre todo la lucha contra los tendidos eléctricos de alta tensión mal protegidos, que provocaban multitud de muertes por electrocución no solo de imperiales, sino de muchas otras aves grandes. Al gran peligro de las torres electrocutadoras se unía el del veneno en muchísimos cotos de caza, convertidos por el hombre en campos de exterminio donde nuestro patrimonio de predadores era aniquilado poco a poco para contar con más conejos y perdices. Además, los cazadores desaprensivos hicieron y hacen caer del cielo a saber a cuántas imperiales. Pese a todos estos obstáculos, hoy nuestro águila más exclusiva se ha alejado bastante de las puertas de la extinción. Hay algunos cientos de parejas de Aquila adalberti, pero eso no significa que sean buenos tiempos para ella. Los huevos que pone suelen contener importantes cantidades de insecticidas y metales tóxicos, especialmente en la zona de Doñana, y los adultos se envenenan lentamente ingieriendo plomo en forma de perdigones clavados en sus presas. Intoxicadas en mayor o menor grado por estos metales y por los pesticidas que limpian de insectos nuestras cosechas, la salud de las imperiales y demás rapaces se resiente, su fertilidad se deteriora. El mundo que estamos creando, que ya hemos creado, quizá no sea compatible con una belleza como la del águila imperial. Pero quizá otro mundo sea posible.

Referencias:
– Datos generales sobre la especie y sobre los peligros que la amenazan: González, L.M. 2016. Águila imperial ibérica – Aquila adalberti Brehm, 1861. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A. y Morales, M.B. (eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid.
– La observación de Chapman de águilas imperiales atacando avutardas procede de un clásico de la ecología ibérica: Valverde, J.A. 1967. Estructura de una comunidad de vertebrados terrestres. Estación Biológica de Doñana, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
– Datos sobre mortalidad de imperiales: González, L.M. y colaboradores. 2007. Causes and spatio-temporal variations of non-natural mortality in the vulnerable Spanish imperial eagle Aquila adalberti during a recovery period. Oryx 41, 495-502.