Había por esa parte del Jabalón un carrizal, y a su lado un campo de hierba alta, y atravesándolo perpendicular al río un muro, cubierto de líquenes, que alcanzaba la altura del pecho o más, en algunos tramos. Ya se había ocultado el sol detrás de los cerros; la luz fría de la hora azulSigue leyendo «La pelea»