El nóctulo

La luna llena luce sobre los encinares viejos. La cruzan unas nubes ante las cuales se recorta, diminuta, la silueta de un pájaro, como una mota oscura. Es un petirrojo migrando de noche, como acostumbran a hacer muchos otros pajarillos. Vuela muy alto, a cientos de metros de altitud, pero su periplo toca a su fin. Súbitamente una sombra más oscura que la noche le sale al paso, un ala membranosa lo rapta en vuelo, lo envuelve y desaparece bajo el crepúsculo estelar. A la mañana siguiente, solo una pluma caída en el musgo queda como testigo de la escena.

El nóctulo grande, Nyctalus lasiopterus, es un murciélago de casi medio metro de envergadura, el más corpulento de Europa, y que sepamos el único del mundo que habitualmente caza pájaros. Cuando estos migran de noche, al llegar la primavera y de nuevo en otoño, el nóctulo cambia su dieta de insectos para consumir, sobre todo, aves viajeras. Se trata de un hallazgo aún reciente, y todavía desconocemos cómo son sus cacerías. Sabemos que captura petirrojos y también mosquiteros silbadores, menores aún. Los localiza, suponemos, por el eco de sus propios gritos rebotados en el cuerpo de los volátiles. Así, por ecolocación, suelen cazar insectos los murciélagos, pero además los chillidos del nóctulo resultan inaudibles para los oídos de sus víctimas. Es común que los murciélagos emitan ultrasonidos, gritos tan agudos que nuestro oído interno es incapaz de captarlos. Algunas personas, entre las que me cuento, pueden oir los más graves de estos chillidos, que son como una nota agudísima, detectable solo al final de nuestro órgano de Corti, al fondo del caracol.

Ignoramos dónde devora el nóctulo a sus presas. ¿Quizá en su refugio diurno, en los huecos de árboles vetustos donde gusta de ocultarse? ¿O tal vez en el aire, o en el suelo? ¿Cuántos millones de años hicieron falta para que la evolución crease a un cazador nocturno de pájaros al vuelo? Si el clima no se hubiese estropeado en los últimos millones de años, favoreciendo la migración de las aves al acentuarse las estaciones, ¿existiría este murciélago rapaz? Si la Antártida no se hubiera separado de los demás continentes hace unos cuarenta millones de años, rodeándose de una corriente marina fría que enfrió el clima mundial poco a poco, ¿tendríamos en el corazón hueco de las encinas a este cazador de sombras? Tal vez sí a los pequeños Pipistrellus, que actúan como un insecticida natural, o a los barbastela, que capturan innumerables mariposas de la procesionaria del pino, o a los murciélagos cavernícolas con nariz de herradura, los Rhinolophus, o a los Plecotus de enormes orejas, que escuchan los murmullos de sus presas y las cazan cuando están posadas en el suelo o en las ramas. Pero el nóctulo grande es muy especial, y solo una improbable serie de acontecimientos ha permitido que exista. Aunque en eso, seguramente, no se diferencia mucho de nosotros mismos.

Referencias:
– Ibáñez, C., Juste, J., García-Mudarra, J.L., y Agirre-Mendi, P.T. 2001. Bat predation on nocturnally migrating birds. Proceedings of the National Academy of Sciences, 98, 9700-9702.
– Estók, P., y Siemers, B.M. 2009. Calls of a bird-eater: the echolocation behaviour of the enigmatic greater noctule, Nyctalus lasiopterus. Acta chiropterologica, 11, 405-414.