El puente de los martines

Basta con llegar allí al amanecer, sentarse en silencio al lado de uno de sus ojos enmarcados en piedra, y esperar. Pronto vendrá el martín pescador a posarse en una espadaña, o entre las flores rosas de una salicaria. El silbido con que siempre se anuncia en vuelo nos alerta para ir levantando muy despacioSigue leyendo «El puente de los martines»